Desde los tiempos sin tiempo se le ha dado una connotación negativa a la palabra "bruja"; se ha utilizado para ofender, denigrar y maltratar a una mujer que no sigue la corriente y vive en libertad.
Las brujas son sabias que saben leer los ritmos naturales de la vida a través de conocimientos como la astrología, la numerología o el tarot, el manejo de los elementos y de los elementales. Cuentan con una profunda intuición que las conecta con las energías sutiles del universo, por lo que pueden entender o saber las cosas solo porque sí. Conocen sobre herbolaria, pociones, animales, son médicas y curanderas del cuerpo y del alma.
Estas mujeres con conocimientos fuera del sistema religioso tradicional no pretenden adaptarse a lo que la sociedad quiere de ellas y, por el contrario, necesitan vivir bajo sus propias leyes y normas. Una bruja nunca será una persona sumisa que hace lo que se le pide; es autónoma y tiene criterio. Y ese es el gran conflicto.
Al no estar sujetas a lo que indica la sociedad o a los cánones preestablecidos, no siempre son bienvenidas y muchas veces son estigmatizadas. Incluso en el pasado, fueron quemadas, perseguidas y asesinadas únicamente por el hecho de pensar y actuar diferente. No se les permitió tener un buen nombre, ya que si alguien lo mencionaba se convertía en pecador; lo más grave es que en el imaginario colectivo quedaron catalogadas como personas malas, nocivas o que actuaban para dañar a los demás, algo que no es del todo cierto.
Sin temor a equivocarme, yo sé que en el mundo hay maldad como bondad, y que por ende hay brujas buenas y malas. Hoy quiero darle un lugar a las buenas, a todas esas mujeres que están conectadas (o en la búsqueda de conectar) con su verdadero poder interno, por ellas mismas o con la única intención de ayudar a los demás. Esas que no comen cuento y quieren ser librepensadoras, sin estar supeditadas a lo que dicta el mundo actual. Todas ellas, yo sé que están por ahí sintiéndose las ovejas negras al pensar y ser diferentes; y en especial, a las que en algún momento han sentido rechazadas, solo por el hecho de ser quien son y no desear encajar.
Mas de una vez he sido denominada ”bruja” de cariño (tuve un novio que me decía así y a mí, me encantaba) y también de forma peyorativa, como lo hizo hace un par de años alguien cercano a mí. Tratándome de insultar al decirme ”bruja” con el propósito de humillarme, maltratarme y rebajarme de categoría, con toda la intención de hacerme pasar como la mala de la historia, para poner la balanza a su favor, y a favor de las suyas. Pero con todo lo que dijo, más que nada se evidenció cómo se encontraba realmente su interior, lleno de ira y angustia; tristemente cuando somos ofensivos con alguien, hablamos más sobre nosotros mismos, que sobre quién queremos ofender. A esa persona le quiero decir hoy, en primer lugar que solo tengo compasión por su alma y que no me ofendió, por el contrario, ser considerada una mujer que hace lo que le nace y lo que quiere, es motivo de orgullo para el alma.
De seguro, la palabra "bruja" como insulto, es algo que viene de la mala fama que injustamente se ganaron por la estrechez mental y el afán de control de algunos. En mi caso, pasó de ser una palabra negativa a convertirse en algo que me define. Soy libre, tengo criterio, creo en mi intuición y sobre todo, no soy ni me interesa ser sumisa. Entonces de acuerdo a lo anterior, sí, soy una bruja.
Las mujeres podemos lograr lo que queramos, somos poderosas, llenas de virtudes, capaces de conseguir cada cosa que nos proponemos; únicamente hay que recordar nuestros dones, poner en uso los talentos con los que llegamos a este plano y conectar con el poder que llevamos dentro. Con ayuda de nuestras redes de apoyo (también llamados aquelarres) debemos volver a confiar en que somos energía creadora y divina. Seamos libres, seamos felices y seamos un poco brujas, para así regresar a nosotras mismas y poder cambiar nuestra realidad.
Imperitura.
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