Hoy me ha costado empezar a escribir... Borro, escribo, borro, escribo, pienso... pienso mucho, en especial en ti.
Ya han pasado más de 3 meses desde que no estás y no he sido capaz de escribir ni una línea sobre ningún tema, porque si bien podría hablar acerca de otras cosas, todo el tiempo estas en mi pensamiento. Me cuesta trabajo concentrarme y empezar.
Quisiera escribirte las palabras que mereces, los recuerdos que tengo contigo y poder plasmar tu amor, que siempre llevo conmigo, pero me ganan las emociones tristes que aún están muy frescas.
Este es mi mejor avance hasta ahora, aunque el nudo en la garganta no se me ha quitado y todavía tengo ganas de llorar, de tristeza y también de felicidad.
Te extraño y te recuerdo a diario en lo simple y lo complejo, pues alguien como tú es imposible de olvidar y mucho menos superar.
Fuiste una mujer ejemplar, solidaria, generosa y valiente. Nada te quedaba grande, todo lo que te proponías lo sacabas adelante con amor y fe infinita en Dios. Siempre dabas los mejores consejos, contabas tus historias con un gran sentido del humor, así como la cara que hacías cuando uno te decía "bacalao", algo que siempre me hizo reír. Nunca te gusto ese pescado porque de niña te daban el aceite y solo la palabra te recordaba su sabor.
No podré olvidar como nos acolitabas todas las diversiones cuando mis primos y yo éramos niños; no nos faltaron las cometas, las muñecas, la ropa tejida o cosida por ti. Todo lo sabías hacer o eso fue lo que siempre pensé, porque eras recursiva y muy inteligente.
A diario recuerdo como nos consentías y tú o alguno de mis tíos nos preparaban los antojos de los viernes por la tarde, fuera pizza, perros calientes, el postre de piña o tres leches. Tu repertorio de recetas era el mejor, así como lo era tu lasagna. Lamento no haberla hecho contigo ni una sola vez y poder tener también ese recuerdo; no fui lo suficiente madura para entender que algún día ya no ibas a estar.
Como todos, tengo muchas anécdotas de vida, con la diferencia que en las mejores estás tú, Abuelita. Y la verdad, nadie como tú.
Hubiera querido tenerte para siempre, sabiendo que eso era un imposible. Aunque fui muy afortunada porque me viste crecer y madurar contando contigo en cada paso de mi vida. Quiero que siempre te sientas orgullosa de mí, porque soy gracias a ti.
Me hubiera encantado que cumplieras tu sueño de llegar a los 100 años; solamente te faltaron 4 meses y 10 días. La fiesta de celebración en la finca te la quedamos debiendo, aunque sé que en el cielo, tus papás, hermanos, mi abuelo, mi tío y mi hermana te harán una fiesta inolvidable.
Siempre llevo presente que tu mayor legado somos tus hijos, nietos y bisnietos, que tratamos de mantenerte viva en nuestras acciones con solidaridad, generosidad y mucha valentía. Espero que seamos unidos como lo quisiste y que aunque haya problemas y diferencias, siempre prime el amor que nos enseñaste.
Estás en cada célula de mi cuerpo, a la genética no se le puede engañar; y cuando te necesite solo debo mirarme a mí, a mi hijo, a mi mamá, a mis tíos, primos, y sobrinos, que te llevamos en el alma.
Quiero que sepas que SIEMPRE TE AMO (así en presente) porque el tiempo es una constante humana; cuando nos volvamos a encontrar, será como si no hubiera pasado ni un minuto y por fin haremos la fiesta 100 que nos faltó.
Aunque ya no te vea, te amo, siempre te amo... Un amor como el tuyo no se olvida, no se borra y permanece eterno.
J.
Foto de LExie Blessing en Pexels
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