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Foto del escritorImperitura

Tarot desde mi cristal: El Diablo

El Diablo es alguien que causa temor al ser una figura que representa lo malo, el tabú y la tentación. Para comprender esta carta, hay que entender que el alma también tiene sombras que se encuentran representadas en este arcano. Hoy en "Tarot desde mi cristal" podremos ver cómo simboliza lo que nos avergüenza y escondemos sobre nosotros, pero también cómo representa una fuerza bruta y vital para conseguir lo que en realidad se desea.

Aunque el Diablo se percibe como una figura maligna al vernos tentados por él, en tarot también nos regala la fuerza necesaria para conseguir todo aquello que anhelamos. Esto nos confunde al manejar un alto contraste, que muchas veces no se nos permite ver sin el sesgo de la moral y la ética. Porque no nos es fácil aceptar que somos personas con necesidades físicas, deseos corporales y con sombras en el alma. Si bien es verdad que este arcano simboliza el mal, también representa el poder, la fuerza, la determinación y el instinto animal.

Impulsivo y crudo, el Diablo encarna a la perfección la naturaleza humana, al verse tentado por la materia, la lujuria, los vicios, los excesos y la degradación. Los hombres somos esclavos de lo que codiciamos, y muchas veces haríamos lo que fuera por los caprichos, pasando por encima del que sea, incluso de nosotros mismos.

Esta carta se siente visceral, impositiva, agresiva y fuerte; es esa parte interna que nos negamos a mostrar a los demás, porque nos muestra nuestros aspectos más personales, los que nos avergüenzan y dan miedo, al ser bajos y sombríos. Son las cadenas que nos atan al mundo material y físico, que en la mayoría de veces no nos permite evolucionar espiritualmente.

Contradictoriamente, también simboliza el esfuerzo y el compromiso consigo mismo y los proyectos personales para lograr el éxito. Transmite seguridad y tesón, y así conseguir lo que se anhela, sin miedo al triunfo. El concepto personal prima sobre los demás, por lo que se es posible sacar adelante cualquier idea, por más loca que parezca, porque el Diablo es capaz de derrotar al destino.

Esta carta es un indicio de ser magnético, con un carisma indescriptible; la persona es atractiva para los demás de una manera inexplicable, colándose en los pensamientos ajenos de forma obsesiva. A nivel sexual es seductora, causando fascinación a un modo muy carnal. Se le da prioridad al placer, siendo una relación muy pasional, dejando de lado la parte emocional y los sentimientos, dando paso a la lujuria.

En su modo oscuro, representa las tentaciones, las propuestas indecentes, y las influencias ventajosas, supeditadas a una gran ambición. Así mismo, simboliza el sometimiento y la dominación, las conductas autodestructivas y las adicciones, los apegos emocionales, los celos y las relaciones tóxicas, la intriga y la adulación.

Se puede sentir como un arcano confuso porque nos faculta para concretar nuestros anhelos físicos y materiales, y paralelamente nos permite ver las sombras del alma. Las que no queremos exhibir ante nadie, las que tenemos disfrazadas con pretextos, y por las que culpamos a los demás, pero que en el fondo sabemos que nos recuerdan el instinto animal, que tanto nos asusta. Sin abrazar estas sombras no tenemos posibilidad de ser alguien mejor, al darles visibilidad y luz. El Diablo nos produce repulsión porque es todo aquello que no queremos ver en nosotros y que nos negamos; sin eso, no tendremos la posibilidad de evolucionar espiritualmente y de desprendernos de eso que nos hace tan terrenales y emocionales.

Este arcano es un recordatorio de que estamos en un proceso constante de evolución y aunque somos alma, también somos materia. Reconocernos como seres materiales, con luces y sombras, hace parte de nuestro paso por este plano, y al comprenderlo, nos acercamos un poco más al camino del alma, por lo que debemos agradecer al Diablo el recordatorio de humanidad que siempre nos trae.


Imperitura.



Foto de Oleg Magni en Pexels


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